Ya era mediodía, y afanados, bajábamos por Dalt Vila, después de haber dejado atrás aquellos rincones tan hermosos. Pero antes de salir de la ciudad antigua, nos "refugiamos" en un pequeño bar, intramuros, para refrescarnos y aliviar aquel calor tan sofocante; allí, pedimos las primeras consumiciones del día.
Era una zona tranquila e igualmente bella que las anteriores, su estilo me recordaba a tiempos pasados, como si no hubiese cambiado nada, me sentía bien, me transmitía tranquilidad.
Nuestra sorpresa llegó cuando vimos, en unas mesas cercanas al bar, a la ex-modelo Mar Flores. Bien es sabido que Ibiza es un punto de unión de mucha gente popular, pero creo, que no eramos conscientes de que pudiéramos encontrarnos con ninguno.
Después de esa curiosa anécdota, decidimos ir a la ciudad moderna, ya era hora de comer; unas calles más abajo y llegamos a una bonita y populosa plaza, la Plaça del parc.
Nos decantamos por un establecimiento, que graciosamente, nos deseaba buen provecho en catalá (o balear); su nombre era "Bon Profit". Jamás me arrepentiré de haber entrado, de hecho, días después, repetiríamos restaurante.
El Bon Profit era un bar puramente balear. Su diseño estaba entre lo antiguo y moderno, pero sus platos, su gastronomía, se basaba en la cultura de las islas. Pues bien, aún a riesgo de daros envidia diré que pedí pollo en salsa de almendras (pollastre en salsa d'ametlles), y como postre, greixonera (un tipo de bizcocho típico de la isla de Ibiza). El precio era muy asequible para tratarse de un establecimiento ubicado en el centro de la ciudad, y el trato era estupendo; me pareció curioso que nos hablaran en catalá (o balear) y me sirvió para aprender algunas palabras.
Ahí terminaba nuestra primera visita a la capital de la isla, pero como no, volveríamos días después para despedirnos de ella...
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