"Welcome to Ibiza, welcome to the paradise"

Este blog nace con el único objetivo de poder disfrutar con vosotros de un paraíso cercano, la isla pitiusa de Ibiza, oficialmente denominada Eivissa.
Recorreremos algunos de sus rincones y sus magníficas vistas, simplemente, un espectáculo para los sentidos, que gustosamente, nos ofrece esta isla.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

CONOCIENDO LA CIUDAD DE EIVISSA (PARTE 3)


¡Llegamos! Al fin estábamos allí, en la plaza, poco antes nos habíamos parado en unas pequeñas tiendas a comprar postales; era una zona idílica, sin apenas gente, agradable, especial, y la catedral sin inmutarse allí estaba, parada como tanto tiempo había estado ya, sencilla y humilde pero con encanto. Pronto descubrimos una pequeña callejuela que nos llevaba hacia un horizonte de mar; hacia allí nos dirigimos, intentando descubrir que sería lo próximo que me estremecería los sentidos.
Y no nos decepcionó, lo visto hasta entonces podría haber sido un pequeño guiño a lo que se mostraba ante nosotros; una gran vista al mar nos seducía y el azul del agua nos mantenía ensimismados en aquella visión tan perfecta.
Solamente el corre-corre de una pequeña lagartija (paradójicamente el símbolo de Ibiza) nos alejó de nuestro asombro, al acercarse a nosotros correteando por la muralla para después terminar huyendo entre unas zarzas.
Seguimos caminando alrededor del algarve para continuar asombrándonos con la panorámica de la isla; lo cierto es que durante nuestra caminata llegamos al Baluard de Sant Jordi, uno de los baluartes con los que consta la muralla de Dalt Vila y que estratégicamente servía como defensa (junto con el resto) en caso de luchas; así, aun conserva los cañones (ahora ornamentarios) de antaño, para acercarnos a una época de la que nos alejamos cada año.
Desde ese espacio podíamos ver como la geografía de la isla se estiraba, literalmente, hacía la isla de Formentera, que se veía en la lejanía, como si intentando burlarse del mar, pudiese llegar a tocarla.
Más cerca se observaban Ses Salines, saludándonos a lo lejos con el resplandor del sol mediterráneo en sus aguas tranquilas.
Después de todo, seguimos descendiendo hasta llegar a una pequeña plaza, una de las más bonitas de Dalt Vila, la Plaça del sol. Lo cierto es que nos encandiló, pero cansados, decidimos seguir bajando, prometiéndonos que volveríamos otro día para poder disfrutarla con tiempo, a ella y a todo el paisaje ibizenco.
Llegaba la hora de comer.

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